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viernes, 17 de agosto de 2018

14 - Los cristianos marcionitas y montanistas


El capítulo anterior se refirió a los cristianos gnósticos. En este capítulo continuamos con los principales movimientos cristianos que compitieron con lo que después sería el cuerpo principal de la Iglesia, durante los siglos II y III. 

       
El cisma marcionita

Los cristianos de cultura griega tenían dificultades para entender por qué el cristianismo debía o necesitaba aferrarse a sus orígenes judaicos y a las escrituras judías. Consideraban que el Antiguo Testamento, tenido entonces como únicos libros sagrados en casi todas las Iglesias, en la versión griega llamada de los "setenta", era un documento bárbaro, oscuro y repugnante, y sin relación con el mensaje de Jesús.

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Medalla con la imagen de Marción, 
Marción recogió esta reclamación popular. Era un brillante y acaudalado griego originario de la provincia del Ponto (norte de la actual Turquía y que formaba parte del Imperio Romano), donde nació alrededor del año 85, tal vez en el hogar de un obispo de la ciudad de Sinope. Adepto a la teología de Pablo, sabía que sus enseñanzas eran cronológicamente las más cercanas a Jesús. Tenía una simple y atractiva filosofía del amor y representaba el enfoque frío y racional de las pruebas documentales de la Iglesia. Rechazó muchos textos cristianos de la época por considerarlos invenciones y mezclas posteriores y únicamente aceptó como sagrado el Evangelio según Lucas y algunas epístolas de Pablo. Rechazó el Antiguo Testamento porque le pareció que hablaba de un Dios sediento de sangre y de sacrificios, vengativo, cruel y caprichoso, muy distinto al Padre amoroso anunciado por Jesús. Su Dios era el Dios paulino del amor y rechazó el miedo como  una fuerza que Dios usaba para imponer obediencia. Por lo tanto, consideró que la  ruptura con el judaísmo, iniciada por Pablo, debía ser total. Marción predicaba una moral austera, moderación extrema en las comidas y bebidas, la prohibición del matrimonio y del sexo y la constante preparación para el martirio.

Marción disputó con las autoridades cristianas de Roma en el año 144 y decidió  finalmente separarse de la Iglesia de Roma y fundar su propia comunidad en la capital. Constituyó en casi todas partes Iglesias de su doctrina, opuestas a las ya existentes. Las Iglesias marcionitas eran comunidades muy fraternales, unidas frente a un mundo hostil, y el marcionismo tuvo un éxito aún mayor que el del gnosticismo. Pero la creencia en el celibato era necesariamente fatal para cualquier secta, a pesar de lo cual las Iglesias de su secta sobrevivieron aún  por varios siglos en el Imperio Romano, en Persia, Mesopotamia y Arabia.

Marción murió hacia el año 160, y no sobrevivió ninguna de sus obras. Solo se  sabe de su pensamiento a través de obras de Tertuliano, el más destacado de sus adversarios ortodoxos, quien lo denunció como hereje, y con quien no se conoció,  pues pertenecieron a generaciones distintas. Solamente a costa de un esfuerzo considerable, con el paso del tiempo y posteriormente con el apoyo y la fuerza  bruta del Imperio Romano, pudieron las Iglesias ortodoxas recuperarse y neutralizar las ideas marcionitas.

         
El cisma montanista

Desde sus inicios, en el cristianismo siempre había sido muy importante el "carisma" (dones especiales de Dios como el don de lenguas, profecías, curaciones, etc.), y desde la época de Pablo, las Iglesias cristianas eran comunidades en las que el espíritu cristiano actuaba a través de los individuos, mas que a través de una jerarquía organizada en la que se ejercía la autoridad mediante el cargo.  Pero a medida que avanzaba el siglo II, las Iglesias se jerarquizaron más y más, lo cual no fue del agrado de muchos cristianos.

En la segunda mitad del siglo II, durante el reinado del emperador Antonino Pío entre los años 160 y 170, nació un tercer movimiento cristiano cuando Montano, un cristiano carismático de Asia Menor, junto con dos profetisas, Prisca y Naximila, pretendieron tener revelaciones especiales y predicaron el arrepentimiento y la santidad, como había hecho el mismo Jesús. Profetizaron en la provincia de Frigia (hoy Turquía) anunciando el fin del mundo, el inminente reino milenario de Cristo y la llegada de la Jerusalén celestial. El trío profético se creía verdadero portavoz del Espíritu Santo, y predicaba una rígida virtud, la abstinencia del sexo, de la comida y de la bebida, una disciplina rigurosa y la disposición al martirio, pues los hombres debían prepararse para la segunda venida de Cristo al mundo. Era otra versión del mesianismo. Los judíos habían esperado el advenimiento del Mesías de generación en generación, y ahora los cristianos esperaban el segundo  advenimiento de Jesús, de generación en generación. Y en estos dos mil años, en cada generación no ha faltado quien predique la inminencia del segundo advenimiento ni quienes lo crean.

Resultado de imagen para montanismo religionMuchos de los montanistas y de los partidarios más cercanos de Montano eran mujeres, a las que frecuentemente se les asignaron cargos eclesiásticos. La necesidad de combatir el montanismo sin duda influyó en la decisión de los  cristianos ortodoxos de excluir a las mujeres del sacerdocio. También se acusó a los montanistas de destruir el matrimonio y de austeridad excesiva; pero tenían tal nivel moral que Tertuliano, el azote de los herejes, se adhirió al movimiento hacia el año 205 y escribió en defensa de algunas tesis montanistas.

El montanismo penetró profundamente en las Iglesias de Asia Menor, gracias a los  importantes recursos que le proporcionaban sus adeptos y a la excelente organización que Montano le dio. Los obispos excomulgaron a los montanistas y con  muchas dificultades los redujeron a la condición de secta minoritaria, aunque hubo  casos en los que la comunidad entera se pasó al montanismo. El movimiento siguió expandiéndose y llegó a Roma y Lyon hacia el año 177, a Tracia, Siria y  Mesopotamia a finales del siglo II y a Africa después del año 200. En la mitad occidental del Imperio la vida del montanismo fue relativamente efímera, pero en las provincias orientales la secta subsistió hasta finales del siglo IV.


martes, 17 de julio de 2018

13 - Cismas y herejías de los siglos II y III - Los gnósticos


Cismas y herejías de los siglos II y III

A comienzos del siglo II, el cristianismo continuaba sumergido en un ámbito de confusión, controversia y cisma. Una Iglesia ortodoxa dominante, con una  estructura eclesiástica visible, surgió solo gradualmente, y representó un proceso darwiniano de selección natural, una supervivencia de las sectas con mayor número de fieles, centradas en las ciudades más importantes, y de las doctrinas con mejor capacidad de adaptación al ambiente del Imperio Romano.

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Las autoridades eclesiásticas consideran herejía todo
pensamiento o idea que se aparte de sus directrices.
De esta diversidad de doctrinas cristianas provienen las herejías de los siglos II y III. Pero, ¿qué es una herejía? La palabra Herejía tiene origen griego y  significa "elegir", refiriéndose a una elección particular frente al consenso de una comunidad. El concepto de herejía se opone al de ortodoxia, que procede de la palabra griega que significa "enseñanza rígida". Para una religión, una herejía es una doctrina que difiere de la doctrina considerada como verdadera y ortodoxa por las autoridades religiosas de una Iglesia.

En el judaísmo en la época de Jesús, la herejía era ya un concepto maduro y  enérgico. De ahí que, después de la destrucción del Templo de Jerusalén, las autoridades judaicas ortodoxas condenaran al cristianismo como una herejía. La herejía fue pues, otro legado judaico a la Iglesia Cristiana. Los primeros cristianos en incorporar la idea de herejía al cristianismo fueron los judeocristianos de Jerusalén a mediados del siglo I, en los años 50, cuando acusaron a Pablo de hereje  por sostener que se podía ser cristiano sin circuncisión y sin aceptar la ley mosaica. Después de la desaparición de la Iglesia de Jerusalén, hubo muchas variedades de cristianismo,  y las herejías comenzaron a florecer lujuriosamente. Por supuesto, todos los movimientos cristianos llamaban herejes a sus rivales y se consideraban a sí mismos como la verdadera Iglesia y los únicos depositarios de la verdadera doctrina.

Durante los siglos II y III, los principales movimientos cristianos que  compitieron con lo que después sería el cuerpo principal de la Iglesia, fueron los gnósticos, los marcionitas y los montanistas.


Los gnósticos

Los orígenes del gnosticismo no son claros, y no es seguro si el gnosticismo precedió al cristianismo o si se originó de él, pues tenía ideas y mitos de  origen persa e influencias de grupos judíos sincretistas (sincretista quiere decir  que trata de conciliar doctrinas o teorías diferentes). El gnosticismo no fue una  religión independiente, y ya en el siglo II fue fundamentalmente un movimiento en el seno del cristianismo. Los gnósticos, en medio de sus propias rivalidades, acosaron al cuerpo cristiano principal de la Iglesia por todo el mundo mediterráneo, y sus ideas tuvieron especial difusión en Egipto.

Hubo muchas sectas gnósticas, con complejas mitologías que diferían de una secta a otra, pero los elementos fundamentales comunes a todos los gnósticos eran la creencia en un mundo dual donde el bien y el mal estaban en perpetuo combate, y el conocimiento sobrenatural, la "gnosis", que afirmaba poseer una explicación interior y secreta de la verdad, reservada a un número restringido de hombres superiores que poseían una chispa divina e inaccesible a los simples fieles, condenados a vivir en el mundo inferior de los sentidos. Este conocimiento era dado por un ser mítico, el Salvador, quien había venido a este mundo con forma humana, ascendiendo a continuación junto al Padre. Este Salvador se identificaba  generalmente con Jesucristo. Los gnósticos  también creían  en la predestinación, o sea que la salvación o condenación de cada uno depende del destino y no de la conducta ética o del libre albedrío del sujeto. Este tema ha seguido siendo objeto  de controversia a lo largo de toda la historia de la Iglesia.

Image result for gnósticos imagenesEl gnosticismo utilizaba conceptos e ideas de otras religiones y deformaba sus doctrinas creando misterio y misticismo alrededor de sus cultos. De las religiones persas venía la creencia en un dios del bien y un dios del mal, y en la continua guerra entre ambos. El dios del bien era tan remoto que estaba más allá de la comprensión del hombre, y era el dios del mal quien había creado el mundo, identificando a este dios con el Jehová del Antiguo Testamento. Según este argumento, Jesús el Salvador había venido a la Tierra para rescatarla de Jehová. Como es natural, los gnósticos eran decididamente antisemitas. Algunos gnósticos intentaron asimilar al cristianismo a cultos mistéricos como los de Atis, Mitra o Isis, muy populares por esa época en los imperios Romano y Parto. En el siglo II  hubo muchos escritores gnósticos, entre quienes pueden destacarse Saturnino en Antioquía, Basílides en Egipto, y Valentino en Roma. Sin embargo, sus escritos fueron destruidos y solo los conocemos a través de las refutaciones de autores cristianos ortodoxos.

Los gnósticos no constituyeron jamás una mayoría en el seno del cristianismo,  pero parece que tuvieron una difusión lo suficientemente grande como para poner en peligro la cohesión de las comunidades locales en casi todo el Imperio Romano.  Las Iglesias locales no tenían aún un sistema teológico sólido que oponer al pensamiento gnóstico, por lo cual podían perder a sus miembros que tuvieran   inquietudes intelectuales y que reflexionaran sobre su fe. La Iglesia reaccionó  lentamente, pero en la segunda mitad del siglo II esta reacción fue uno de los  motores que impulsaron la maduración intelectual del cristianismo.

CAPÍTULO SIGUIENTE: Los cristianos marcionistas y montanistas

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