Rebelión en Judea y rompimiento definitivo
entre judaísmo y cristianismo
Busto del emperador Adriano |
Durante el reinado
del emperador Adriano (117-138), el cristianismo había tenido una expansión
considerable, se había independizado del judaísmo, pero aún era una secta sin
peso en la sociedad de los imperios Romano y Parto, y su existencia carecía de
importancia para los hombres de estado, si se exceptúan esporádicas
persecuciones en ciudades aisladas. Por entonces, la diferencia entre cristianismo y judaísmo ya era clara entre
los romanos paganos, como lo era el hecho de que esas religiones hermanas eran cada vez más hostiles una frente a la otra.
En parte por esta razón, en tiempos del emperador Adriano los cristianos fueron
considerados con ojos más favorables, pues los judíos se rebelaron nuevamente
contra Roma.
Judea en el siglo I |
En Judea subsistía la
agitación, las viejas esperanzas mesiánicas y un permanente resentimiento por
la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70. En el año 131, el emperador Adriano
inició la construcción de una nueva ciudad, Aelia Capitolina, sobre las ruinas
de Jerusalén y la construcción de un templo a Júpiter sobre las ruinas del
Templo. Ante este sacrilegio, los judíos que quedaban en esa tierra se lanzaron
a una nueva y más feroz rebelión que la
del siglo anterior, liderados por Bar-Kokhba ("hijo de una
estrella"), a quien los rabinos proclamaron el Mesías. La guerra se inició
en el año 132 y los judeo-cristianos fueron atacados por los judíos al reusarse a luchar
contra las legiones romanas.
Fue una lucha feroz e
inútil que duró tres años; los romanos llevaron a Judea un ejército aún mayor
que el que había comandado Tito en el siglo anterior, compuesto por fuerzas de
12 legiones. Cientos de miles de judíos murieron en la guerra o
fueron ejecutados, incluyendo a Bar Kokhba. Los que
sobrevivieron fueron vendidos como esclavos o expulsados definitivamente de
Judea, empezando su larga pesadilla de casi dos mil años, reducidos a una
odiada minoría sin nación, despreciados y muertos en todas partes. Adriano
prohibió bajo pena de muerte la entrada de judíos a Jerusalén y, para borrar
cualquier vestigio de la nación judía, incluso cambió el nombre de la región
por el de Palestina. Hasta el siglo V no pudieron regresar los judíos allí para
llorar una vez al año la pérdida de la ciudad santa, y solo hasta 1948 fundaron
de nuevo un Estado Judío, el moderno Israel.
CAPÍTULO SIGUIENTE: Expansión del cristianismo en el siglo II
Los capítulos publicados hasta ahora se pueden consultar en el Indice de capítulos publicados.
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