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martes, 26 de enero de 2016

5 - Saulo de Tarso (San Pablo)

5 - Saulo de Tarso (San Pablo)

El éxito de la predicación de los discípulos de habla griega entre los judíos de la diáspora provocó la intervención del sumo sacerdote de Jerusalén y de los fariseos ante las sinagogas de varias  ciudades, y se organizaron persecuciones  de judíos contra los cristianos. Un judío llamado Saulo, mas conocido por el nombre grecorromano de Pablo, fue enviado por los fariseos a Damasco para dirigir allí el movimiento anticristiano, pero según el relato del libro de los Hechos de los Apóstoles, Jesús  se le apareció en el camino y desde ese momento se convirtió en un ardiente cristiano. Pablo llegaría a ser el principal apóstol del cristianismo, llevando el  mensaje de Jesús por todo el Imperio Romano, y sería el principal arquitecto de la transformación de una simple secta judía en una religión universal.


Saulo de Tarso (San Pablo)
Pablo también era de la diáspora; había nacido en la ciudad de Tarso, en Asia menor, provenía de una familia acomodada, tenía la ciudadanía romana, era culto, tenía educación griega y judía, hablaba griego y arameo y dominaba la retórica helenista. A diferencia de los 12 Apóstoles originales, sabía leer y escribir. Estas condiciones le proporcionaron inapreciables ventajas a lo largo de su movida carrera.

La conversión de Pablo debió ocurrir entre los años 31 y 34, pero se empezó a destacar hacia el año 40. Para esa época, el gran número de adhesiones de  gentiles (los que no son judíos) al cristianismo en la ciudad de Antioquía preocupaba a la Iglesia de Jerusalén dirigida por Santiago y los doce, pues planteaba la necesidad de resolver problemas nuevos como el de la cohabitación de judíos y griegos, el no cumplimiento de los preceptos mosaicos por los gentiles y el riesgo de desviación moral y doctrinal de la comunidad por la influencia griega, problemas que antes  no existían por el origen judío común de todos los cristianos.

El ritual judío era complicado y confuso para los educados en la filosofía griega, exigía extrañas restricciones alimenticias y por añadidura, los judíos consideraban indispensable que todo varón converso se sometiera a la  penosa operación de la circuncisión. Por último, el judaísmo estaba centrado en el Templo de Jerusalén, que era el único lugar donde alguien podía realmente acercarse a Dios.

Desde Jerusalén se envió a un discípulo veterano llamado Bernabé para que se integrara en la comunidad de Antioquía y mantuviera un mínimo de orden. Bernabé fue por Pablo a Tarso para que le ayudara con la misión encomendada. Al llegar a  Antioquía encontraron  una Iglesia compuesta principalmente por gentiles que no se habían convertido previamente al judaísmo, y aceptando el hecho consumado, continuaron convirtiendo al cristianismo al mayor número de gentiles sin que estos tuvieran que pasar por la circuncisión. Así empezó la asombrosa carrera del "Apóstol de los gentiles".

Entre los años 46 y 48, Pablo viajó a Chipre y Asia Menor predicando abiertamente a los gentiles, y comprendió que el intrincado ritual del judaísmo no era esencial y que hasta podía alejar a los conversos al concentrarse en detalles menores y oscurecer la esencia del mensaje de Jesús. Para seguir las enseñanzas de Jesús, un gentil no  necesitaba circuncidarse, ni tenía que observar todo el rigor del ritual judío ni  venerar el Templo de Jerusalén. Instó a los gentiles a simplemente aceptar a Jesús, y tuvo un éxito extraordinario. Allí a donde fue surgieron Iglesias cristianas cuya fuerza derivaba de los gentiles. Pablo contribuyó más que nadie a la organización de las primeras comunidades cristianas.

Viajes de San Pablo

Pero la Iglesia de Jerusalén se opuso a las ideas de Pablo y consideraba a la circuncisión indispensable, por lo que los cristianos, de hecho, estaban divididos en dos grupos: los cristianos judíos circuncisos, que aceptaban totalmente la ley mosaica junto con el mesianismo de Jesús, y los cristianos incircuncisos o helenistas, dispuestos a interpretar las enseñanzas de Jesús a la luz de la filosofía griega.

Las dos corrientes se enfrentaron en el Concilio realizado en Jerusalén alrededor del año 48. Santiago, hermano de Jesús y jefe de la Iglesia de Jerusalén, fue el  exponente de la corriente judeo cristiana y Pablo el de la corriente gentil cristiana o helenista. Se llegó a un compromiso, propuesto por Santiago y Pedro, que no fue del agrado de ninguno de los dos grupos; el enfrentamiento continuó y se volvió más áspero.

Así pues, Pablo reemprendió su obra misionera entre los gentiles y los judíos de la diáspora, y partió solo a convertir al mundo. Durante 10 años (del 49 al 59 aproximadamente) evangelizó las ciudades de Asia Menor, Grecia y de la cuenca del mar Egeo, fundando nuevas Iglesias y escribiendo numerosas cartas (epístolas) a las comunidades cristianas del Imperio.

Sin abandonar al judaísmo ni determinadas prescripciones mosaicas, Pablo le dio gran importancia a la vida comunitaria y a la reunión de los fieles en la “cena del Señor”; tomó de la filosofía griega nociones que eran desconocidas para el pensamiento bíblico, como las de “conciencia”, “naturaleza” y “utilidad”. Como el concepto de “Mesías” no tenía sentido para los griegos y los romanos, añadió a  sus epístolas y al pensamiento cristiano el concepto de que el Hijo preexistente de Dios se había hecho hombre y había sufrido el suplicio para salvar a la humanidad y lavar los pecados de los hombres. El mundo helénico podía aceptar a Jesús como deidad pues tenía muchos dioses humanos, pero el judaísmo no podía, pues separaba absolutamente a Dios del hombre.

Alrededor del año 59, Pablo retornó de su tercer viaje de misión y visitó Jerusalén, en un intento de acercamiento con la Iglesia Madre. La acogida fue  fría, pues los judíos y los judío-cristianos consideraban que sus enseñanzas eran contrarias a la ley de Moisés y que su presencia profanaba el Templo. Estallaron  disturbios y Pablo fue encarcelado; como era ciudadano romano apeló al emperador, y tras dos años de prisión se le permitió zarpar hacia Roma, en su cuarto y último viaje.

Así, pocos cristianos del común conocen la importancia del papel que jugó Pablo, el “Apóstol de los gentiles” en la historia del Cristianismo. Aunque no conoció a Jusús ni fue uno de los doce apóstoles, llevó el mensaje de Jesús por el Imperio Romano. Al combinar las enseñanzas de Jesús con filosofía griega, logró que el cristianismo fuera fácilmente asimilable por griegos y romanos e inició la transformación de una simple secta judía en una religión universal.


Se ignora  que le sucedió  a Pablo posteriormente, pero  se cree que permaneció en Roma, prosiguiendo su labor misionera. Pedro se le unió en la misión ante los romanos tras abandonar la Iglesia judeocristiana de Jerusalén y aceptar la  teología de Pablo. Aunque tuvieron divergencias a lo largo de sus respectivas carreras, hallaron juntos  el martirio y la muerte probablemente tras el incendio de Roma, como muchos otros mártires cristianos, durante la persecución  de Nerón.  De la predicación de Pedro en Roma proviene la tradición que afirma que Pedro fue el primer jefe de la Iglesia romana.



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martes, 19 de enero de 2016

4 - Los primeros años del cristianismo

Los Primeros años del Cristianismo


No se sabe mucho de la historia de estos primeros años del cristianismo. Los primeros capítulos del libro de los Hechos de los  Apóstoles proporcionan  información limitada pero inapreciable sobre los inicios de la Iglesia en Jerusalén, una vez extraído el contenido de valor histórico.

Los antiguos discípulos de Jesús fueron poco a poco juntándose en Jerusalén, donde, con  nuevos conversos y miembros de la familia de Jesús, formaron una comunidad con el carácter de una secta judía más. Sus integrantes aún se orientaban hacia el culto judío y al Templo de Jerusalén, a donde asistían diariamente. La comunidad se dedicó principalmente a la predicación a los judíos habitantes de Jerusalén o a los que llegaban en peregrinación al Templo. Aunque las apariciones del Resucitado les habían infundido nuevos bríos, la crucifixión en sí de Jesús hizo que los discursos evangélicos cambiaran de contenido con respecto a los de Jesús. Su punto de partida era la resurrección, pues querían resaltar que la muerte no había derrotado a su Maestro, que se había  levantado de la tumba tres días después de la crucifixión, había hablado con ellos, y luego se había elevado a los cielos de donde retornaría ("El segundo Advenimiento") el día del Juicio, que era inminente. El mensaje de las predicaciones era ahora "arrepentíos y recibid el bautismo", lo cual era un regreso a las enseñanzas de Juan el Bautista.

Discípulos de Jesús

Esta Iglesia embrionaria adaptó al mensaje de Jesús el bautismo y la conmemoración de la última cena con los discípulos en ritos periódicos, y otorgó un lugar central a la afirmación  de que Jesús era el Mesías, mas que el Profeta o el nuevo Moisés. Para probar lo anterior, contaron relatos sobre su nacimiento que estaban de acuerdo con las profecías mesiánicas, se dijo que era descendiente del rey David y que había nacido en Belén de una virgen. Pero no era meramente un Mesías  humano, un rey que restauraría la monarquía judía; era un Mesías divino, el Hijo de Dios, cuyo Reino estaba en el Cielo.

La comunidad de Jerusalén también reconoció a los doce principales discípulos de Jesús una autoridad particular, la de "apóstoles", a los que se debía una obediencia respetuosa, preparando la constitución de una jerarquía. Pedro y Juan se destacaron entre los doce, y en Los Hechos de los Apóstoles, en varias ocasiones Pedro habla en nombre de los demás apóstoles. Pero contrariamente a lo que se cree popularmente, fue Santiago, hermano de Jesús, de gran prestigio desde un principio por su parentesco con la familia del Mesías, quien se convirtió paulatinamente en jefe supremo de la naciente Iglesia de Jerusalén, en tanto que Pedro se limitó a ser un misionero itinerante. (Santiago, “el hermano del Señor”, como se lo llama en Los Hechos de Los Apóstoles, no debe confundirse con los apóstoles Santiago el Mayor y Santiago el Menor)

Muchos judíos no querían un Mesías que había sido ejecutado y había dejado a la nación esclavizada; querían un Mesías que se manifestase victoriosamente liberándolos de Roma. Los sacerdotes judíos del Templo de Jerusalén también vigilaban las actividades de la congregación para acusarlos de blasfemia a la primera oportunidad, por lo cual la Iglesia naciente dirigida por los doce predicó con prudencia, se dedicó a la reflexión, a buscar en los textos bíblicos profecías para probar que Jesús si era el Mesías anunciado, y  evitó todo tipo de choque con las autoridades del Templo.

En la primera mitad el siglo I, una importante proporción del pueblo judío vivía fuera de Palestina en colonias judías en las ciudades de la mitad oriental  del Imperio Romano. Estas colonias se llamaron la "diáspora" (dispersión), en las cuales la lengua habitual de la cultura y el comercio era el griego. Un  grupo de  discípulos de Jesús, judíos de lengua griega provenientes de estas ciudades, de horizontes más amplios que el de los humildes discípulos palestinos, creía que el Evangelio debía difundirse mas agresivamente sin importar lo que pensaran los  sacerdotes del Templo y llevarlo a todas partes, no únicamente a los peregrinos del Templo, al que consideraban una "cueva de ladrones" a la cual la comunidad dirigida por los doce daba demasiada importancia.

Alrededor del año 31, un provocador discurso contra el Templo y contra los sacrificios de animales dicho por Esteban, uno de los jefes del grupo de lengua  griega, causó su arresto y fue lapidado por blasfemo (fue el primer mártir de la  naciente Iglesia). Los demás miembros del grupo de lengua griega tuvieron que abandonar Jerusalén,  mientras los doce y su comunidad no fueron molestados. Esta diferencia de tratamiento muestra la distancia que separaba a los dos grupos.

Su expulsión de la capital no supuso la desaparición del grupo de lengua griega, que regresaron a sus ciudades de origen en la diáspora, propagando ardientemente  el Evangelio incluso entre los "gentiles" (los que no eran judíos), teniendo  éxito especialmente entre los griegos de la ciudad de Antioquía. En estas ciudades de habla griega los miembros de la nueva secta eran llamados los "mesianistas". La palabra griega que significa "el ungido" o "mesías" es "christos", de modo que los discípulos y seguidores del Mesías se conocieron como "cristianos", y lo que en hebreo habría sido "Josué el Mesías" se convirtió en la versión castellana de la forma griega: "Jesucristo".

Las actividades posteriores de los doce apóstoles es un tema que permanece en la oscuridad, con la excepción de algunos apartes la vida de Pedro. Los demás apóstoles apenas son mencionados en el ejercicio de su predicación, sin que se sepa el ulterior desarrollo de sus vidas. De Pedro mismo solo se destaca un relato de la conversión de un centurión, su mediación entre cristianos helenistas y judeo - cristianos en el concilio de Jerusalén, e información dispersa con la cual se podría presuponer que Pedro estuvo en Antioquía, en Corinto, y su muerte en Roma.



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jueves, 14 de enero de 2016

3 - Jesús de Nazaret



Jesús

Todo lo que sabemos hoy en día de la vida de Jesús y del primer siglo del cristianismo, proviene únicamente de los Evangelios y otros escritos cristianos.  En el Imperio Romano del siglo I, los cristianos eran una insignificante secta oriental y pasaron desapercibidos para los historiadores de la época. La primera referencia al cristianismo la describe Tácito hacia el año 100, con motivo de la  persecución ordenada por Nerón contra los primeros cristianos, cuando fueron acusados de causar el incendio que destruyó Roma en el año 64. El nacimiento de Jesús, durante el reinado del emperador Augusto, así como su vida y  crucifixión durante el reinado del emperador Tiberio, pasó totalmente inadvertida para los habitantes del Imperio romano, con excepción de la lejana provincia de Judea, donde Jesús predicó.

Se llama Evangelios a los textos que exponen la vida y enseñanzas de Jesús. Existen más de treinta evangelios, pero solo los cuatro más antiguos forman parte de la Biblia. Estos cuatro evangelios fueron escritos a finales del siglo I después del incendio de Roma. Los demás evangelios, conocidos como evangelios apócrifos, fueron escritos en el siglo II o después. El tema de cómo, cuándo y dónde se escribieron estos textos será tratado en un capítulo posterior.

Durante los años transcurridos desde su muerte y hasta finales del siglo I, las enseñanzas y la vida de Jesús se transmitieron oralmente, con las  alteraciones y contradicciones naturales que las tradiciones orales conllevan. Los Evangelios mismos fueron modificados a lo largo de los siglos, de la copia de un manuscrito a la siguiente, y las versiones más antiguas conocidas actualmente provienen del siglo IV. En consecuencia, los textos que han llegado a nosotros, 2.000 años  después, no son tan completos ni precisos como quisieran los historiadores, pero permiten reconstruir y delinear algunos aspectos esenciales de la vida de Jesús.

El origen de Jesús (forma griega de Josué) no es claro. La poesía de los relatos de Navidad dice que Jesús nació en Belén, pequeña ciudad situada al sur de Jerusalén. Varios historiadores consideran que Jesús nació realmente en la aldea galilea de Nazareth, y era conocido como "el nazareno" o "el galileo".  Las profecías judías decían que Belén sería el lugar de nacimiento del Mesías, puesto que mil años antes había sido el lugar de nacimiento del rey David, y es posible que sus seguidores en el siglo I hayan adaptado su nacimiento a estas profecías. Su nacimiento se estima que fue entre los años 9 y 4 a.C. Es extraño decir que Jesús  nació de nueve a cuatro años "antes de Cristo", pero esto se debe a un error de un monje sirio, Dionisio Exiguo, quien alrededor del año 535 d.C. argumentó que Jesús había nacido en el año 753 A.U.C. (753 años después de la fundación de  Roma), error que fue corregido siglos después, cuando ya era inconveniente cambiar la numeración de los años de la era cristiana. De la cronología de la vida de Jesús, los historiadores solo admiten como seguro que apareció en público alrededor del año 29 d.C.  Se desconoce la duración de su vida pública, que probablemente osciló entre 1 y 3 años.

Los evangelios no hacen mención a la vida de Jesús antes de iniciar su predicación, excepto por una breve mención en el Evangelio de Lucas a una visita con sus padres al Templo de Jerusalén cuando Jesús tenía 12 años. Jesús inició su predicación aproximadamente a los 30 años de edad, lo cual quiere decir que no se sabe nada de la mayor parte de su vida. Su infancia posiblemente transcurrió en Nazaret con sus padres, sus hermanos y sus hermanas. Para la gran mayoría de cristianos es una sorpresa que los historiadores hablen de hermanos y hermanas de Jesús de Nazaret, pero éstos son mencionados varias veces en los evangelios (dos veces en el Evangelio de Mateo, dos en el Evangelio de Marcos, una en el Evangelio de Lucas y dos en el Evangelio de Juan) y en los Hechos de Los Apóstoles. Dado que la existencia de hermanos carnales de Jesús de Nazaret entra en contradicción con el dogma de la virginidad perpetua de la Virgen María, que mantienen la Iglesia Católica y otras confesiones cristianas, éstas prefieren llamar “primos” o “hermanastros” a los hermanos de Jesús. Su vida pública se inició cuando se reunió en el desierto con el predicador llamado Juan el Bautista, quien predicaba a todos los judíos un arrepentimiento seguido de un baño purificador que aseguraba el perdón divino en el Juicio Final que ya se avecinaba.

Después del arresto de Juan el Bautista hacia el año 28, durante el reinado del emperador  Tiberio, Jesús cesó de bautizar y cambió su predicación; en lugar de llevar hacia  el desierto a las muchedumbres arrepentidas para bautizarlas, como hacía Juan, les llevó un mensaje liberador que, mediante el amor al prójimo sin discriminación de raza, condición social o nacionalidad, ofrecía a todos de manera inmediata la posibilidad de vivir en paz con Dios; reducía las exigencias de la Ley judía al amor a Dios y enseñaba que el amor a Dios se lleva a cabo a través del amor al prójimo; "Haced a los demás lo que queréis que os hagan a vosotros mismos... Un mandamiento nuevo os doy, y es que os améis los unos a los otros como Yo os he amado." La fe era algo esencial para estar con Dios. Para Jesús, tener fe era tener total confianza en Dios, y no la aceptación intelectual y ciega de doctrinas sobre la naturaleza de Dios, como posteriormente se vino a considerar cuando el cristianismo se transformó en una religión.

Predicación de Jesús
Este mensaje audaz, proclamado ante multitudes, iba acompañado de curaciones espectaculares  que causaban  una gran impresión entre aquellas gentes sencillas para las que la enfermedad era una maldición sin esperanza. Jesús tenía una personalidad magnética y hacía uso desinteresado de su poder para curar. La gente veía en ello una confirmación de su mensaje y sus enseñanzas adquirieron gran popularidad.

Algunos de sus discípulos y seguidores empezaron a afirmar que él era el Mesías que el pueblo esperaba. Se le empezó a llamar así y además Hijo de Dios,  Salvador, Rabbi, hijo de David, Hijo del Hombre, etc. Posiblemente Jesús no se atribuyó personalmente ninguno de esos títulos, pero aceptó que la gente los utilizara para caracterizarlo, seguramente con la convicción de que lo importante era que su mensaje fuera aceptado por el mayor número posible de personas. Jesús tenía la seguridad de desempeñar un papel único en lo que él llamaba el Reino de Dios ya presente.

Jesús reunió un grupo de discípulos devotos a los que instruyó con cuidado para que difundieran sus palabras. De éstos, doce lo acompañaron en su predicación y se conocen como los doce apóstoles. Ellos fueron, en orden de elección:
    Simón, renombrado por Jesús como Pedro o Simón Pedro.
    Jacobo, hijo de Zebedeo, conocido en español como Santiago el Mayor.
    Andrés, hermano de Pedro y exdiscípulo de Juan el Bautista.
    Juan, el menor de los doce, también hijo de Zebedeo
    Felipe de Betsaida
    Bartolomé, hijo de Talemai, llamado también Natanael de Caná.
    Tomás, también llamado Dídimo o Mellizo.
    Mateo, el publicano o recaudador de impuestos, llamado también Leví.
    Jacobo, hijo de Alfeo, conocido en español como Santiago el Menor.
    Judas Tadeo.
    Simón el Cananeo, el Zelote (guerrillero).
    Judas Iscariote. A causa de su traición a Jesús, se ahorcó y fue remplazado por Matías.
    Matías, el sucesor de Judas, elegido a la suerte en el Monte de la sangre.
Todos ellos eran galileos con excepción de Judas Iscariote, quien se presume era de Judea.

La predicación de Jesús no tenía el propósito de crear una nueva secta o religión; Él y sus discípulos fueron judíos devotos y no se apartaron de los mandatos del judaísmo. Sus célebres palabras "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia", del evangelio de San Mateo, son el principal argumento que ha esgrimido la Iglesia Católica para atribuir a Jesús su fundación. Pero Jesús y sus discípulos (mientras Él vivió) fueron "pescadores de hombres" y nunca se preocuparon por teología, ceremonias, sacramentos, sacerdocio, organización jerárquica, etc. En los evangelios, la palabra “iglesia” no debe entenderse como una institución actual o futura, ni como un edificio dedicado al culto a Dios. El antiguo equivalente semítico de la palabra "iglesia" o "ekklesia" designaba la reunión general del pueblo judío ante Dios.

Los sacerdotes judíos veían con irritación y celos como Jesús atraía cada vez a más gente, y aunque Jesús predicaba una doctrina de rechazo a la violencia, les preocupaba que pudieran presentase problemas con los romanos por un brote de mesianismo, pues el nuevo procurador romano, Poncio Pilatos, había dado muestras claras de que ahogaría en sangre cualquier revuelta.

Mapa de los lugares donde vivió Jesús
En el año 29 o 30, Jesús viajó a Jerusalén a celebrar allí la Pascua, donde una multitud lo aclamó como el Mesías esperado. Las autoridades religiosas lo hicieron arrestar calladamente para que no estallaran revueltas entre sus seguidores, con la complicidad de Judas, uno de sus discípulos. Fue llevado ante el procurador romano Poncio Pilatos y ante el rey judío Herodes Antipas (hijo y sucesor de Herodes el Grande), y fue acusado de traición a Roma, pues para los romanos, quien se considerase mesías era como si se considerase rey de los judíos, y solo el emperador tenía derecho a nombrar reyes. Por ello Jesús recibió el trato habitual que recibían los traidores según la ley romana, y fue crucificado como un rebelde más.


Después de la crucifixión de Jesús, sus discípulos huyeron y se ocultaron para  escapar de la persecución. El fracaso parecía completo, pues Jesús no dejaba tras de sí ni escritos ni grupo organizado, y su mensaje quedaba desacreditado por su muerte. Sin embargo, los discípulos dispersos y desanimados fueron arrancados de  sus escondites, según su propio relato, por misteriosas apariciones de Jesús que los exhortaba a reemprender la obra interrumpida, afirmándoles que había vencido a la muerte. Numerosos discípulos reemprendieron con nuevo ánimo la divulgación del mensaje de Jesús y el relato de su resurrección. El impulso inicial estaba dado y de allí las palabras de Jesús se extenderían por todo el Imperio Romano.



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