No se sabe
mucho de la historia de estos primeros años del cristianismo. Los primeros
capítulos del libro de los Hechos de los
Apóstoles proporcionan
información limitada pero inapreciable sobre los inicios de la Iglesia
en Jerusalén, una vez extraído el contenido de valor histórico.
Los antiguos
discípulos de Jesús fueron poco a poco juntándose en Jerusalén, donde, con nuevos conversos y miembros de la familia de
Jesús, formaron una comunidad con el carácter de una secta judía más. Sus
integrantes aún se orientaban hacia el culto judío y al Templo de Jerusalén, a
donde asistían diariamente. La comunidad se dedicó principalmente a la
predicación a los judíos habitantes de Jerusalén o a los que llegaban en
peregrinación al Templo. Aunque las apariciones del Resucitado les habían
infundido nuevos bríos, la crucifixión en sí de Jesús hizo que los discursos
evangélicos cambiaran de contenido con respecto a los de Jesús. Su punto de
partida era la resurrección, pues querían resaltar que la muerte no había
derrotado a su Maestro, que se había
levantado de la tumba tres días después de la crucifixión, había hablado
con ellos, y luego se había elevado a los cielos de donde retornaría ("El
segundo Advenimiento") el día del Juicio, que era inminente. El mensaje de
las predicaciones era ahora "arrepentíos y recibid el bautismo", lo
cual era un regreso a las enseñanzas de Juan el Bautista.
Discípulos de Jesús |
Esta Iglesia
embrionaria adaptó al mensaje de Jesús el bautismo y la conmemoración de la
última cena con los discípulos en ritos periódicos, y otorgó un lugar central a
la afirmación de que Jesús era el
Mesías, mas que el Profeta o el nuevo Moisés. Para probar lo anterior, contaron
relatos sobre su nacimiento que estaban de acuerdo con las profecías
mesiánicas, se dijo que era descendiente del rey David y que había nacido en
Belén de una virgen. Pero no era meramente un Mesías humano, un rey que restauraría la monarquía
judía; era un Mesías divino, el Hijo de Dios, cuyo Reino estaba en el Cielo.
La comunidad de
Jerusalén también reconoció a los doce principales discípulos de Jesús una
autoridad particular, la de "apóstoles", a los que se debía una
obediencia respetuosa, preparando la constitución de una jerarquía. Pedro y
Juan se destacaron entre los doce, y en Los Hechos de los Apóstoles, en varias
ocasiones Pedro habla en nombre de los demás apóstoles. Pero contrariamente a
lo que se cree popularmente, fue Santiago, hermano de Jesús, de gran prestigio
desde un principio por su parentesco con la familia del Mesías, quien se
convirtió paulatinamente en jefe supremo de la naciente Iglesia de Jerusalén,
en tanto que Pedro se limitó a ser un misionero itinerante. (Santiago, “el
hermano del Señor”, como se lo llama en Los Hechos de Los Apóstoles, no debe
confundirse con los apóstoles Santiago el Mayor y Santiago el Menor)
Muchos judíos
no querían un Mesías que había sido ejecutado y había dejado a la nación
esclavizada; querían un Mesías que se manifestase victoriosamente liberándolos
de Roma. Los sacerdotes judíos del Templo de Jerusalén también vigilaban las
actividades de la congregación para acusarlos de blasfemia a la primera
oportunidad, por lo cual la Iglesia naciente dirigida por los doce predicó con
prudencia, se dedicó a la reflexión, a buscar en los textos bíblicos profecías
para probar que Jesús si era el Mesías anunciado, y evitó todo tipo de choque con las autoridades
del Templo.
En la primera
mitad el siglo I, una importante proporción del pueblo judío vivía fuera de
Palestina en colonias judías en las ciudades de la mitad oriental del Imperio Romano. Estas colonias se
llamaron la "diáspora" (dispersión), en las cuales la lengua habitual
de la cultura y el comercio era el griego. Un
grupo de discípulos de Jesús,
judíos de lengua griega provenientes de estas ciudades, de horizontes más
amplios que el de los humildes discípulos palestinos, creía que el Evangelio
debía difundirse mas agresivamente sin importar lo que pensaran los sacerdotes del Templo y llevarlo a todas
partes, no únicamente a los peregrinos del Templo, al que consideraban una
"cueva de ladrones" a la cual la comunidad dirigida por los doce daba
demasiada importancia.
Alrededor del
año 31, un provocador discurso contra el Templo y contra los sacrificios de
animales dicho por Esteban, uno de los jefes del grupo de lengua griega, causó su arresto y fue lapidado por
blasfemo (fue el primer mártir de la
naciente Iglesia). Los demás miembros del grupo de lengua griega tuvieron
que abandonar Jerusalén, mientras los
doce y su comunidad no fueron molestados. Esta diferencia de tratamiento
muestra la distancia que separaba a los dos grupos.
Su expulsión
de la capital no supuso la desaparición del grupo de lengua griega, que
regresaron a sus ciudades de origen en la diáspora, propagando
ardientemente el Evangelio incluso entre
los "gentiles" (los que no eran judíos), teniendo éxito especialmente entre los griegos de la
ciudad de Antioquía. En estas ciudades de habla griega los miembros de la nueva
secta eran llamados los "mesianistas". La palabra griega que
significa "el ungido" o "mesías" es "christos",
de modo que los discípulos y seguidores del Mesías se conocieron como
"cristianos", y lo que en hebreo habría sido "Josué el
Mesías" se convirtió en la versión castellana de la forma griega:
"Jesucristo".
Las actividades posteriores de los doce
apóstoles es un tema que permanece en la oscuridad, con la excepción de algunos
apartes la vida de Pedro. Los demás apóstoles apenas son mencionados en el
ejercicio de su predicación, sin que se sepa el ulterior desarrollo de sus
vidas. De Pedro mismo solo se destaca un relato de la conversión de un
centurión, su mediación entre cristianos helenistas y judeo - cristianos en el
concilio de Jerusalén, e información dispersa con la cual se podría presuponer
que Pedro estuvo en Antioquía, en Corinto, y su muerte en Roma.
CAPÍTULO SIGUIENTE: Saulo de Tarso (San Pablo)
Los capítulos publicados hasta ahora se pueden consultar en el Indice de capítulos publicados.
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