5 - Saulo
de Tarso (San Pablo)
El éxito de
la predicación de los discípulos de habla griega entre los judíos de la
diáspora provocó la intervención del sumo sacerdote de Jerusalén y de los
fariseos ante las sinagogas de varias
ciudades, y se organizaron persecuciones
de judíos contra los cristianos. Un judío llamado Saulo, mas conocido
por el nombre grecorromano de Pablo, fue enviado por los fariseos a Damasco
para dirigir allí el movimiento anticristiano, pero según el relato del libro
de los Hechos de los Apóstoles, Jesús se
le apareció en el camino y desde ese momento se convirtió en un ardiente
cristiano. Pablo llegaría a ser el principal apóstol del cristianismo, llevando
el mensaje de Jesús por todo el Imperio
Romano, y sería el principal arquitecto de la transformación de una simple
secta judía en una religión universal.
Saulo de Tarso (San Pablo) |
La conversión de
Pablo debió ocurrir entre los años 31 y 34, pero se empezó a destacar hacia el
año 40. Para esa época, el gran número de adhesiones de gentiles (los que no son judíos) al
cristianismo en la ciudad de Antioquía preocupaba a la Iglesia de Jerusalén
dirigida por Santiago y los doce, pues planteaba la necesidad de resolver
problemas nuevos como el de la cohabitación de judíos y griegos, el no
cumplimiento de los preceptos mosaicos por los gentiles y el riesgo de
desviación moral y doctrinal de la comunidad por la influencia griega,
problemas que antes no existían por el
origen judío común de todos los cristianos.
El ritual
judío era complicado y confuso para los educados en la filosofía griega, exigía
extrañas restricciones alimenticias y por añadidura, los judíos consideraban
indispensable que todo varón converso se sometiera a la penosa operación de la circuncisión. Por
último, el judaísmo estaba centrado en el Templo de Jerusalén, que era el único
lugar donde alguien podía realmente acercarse a Dios.
Desde
Jerusalén se envió a un discípulo veterano llamado Bernabé para que se
integrara en la comunidad de Antioquía y mantuviera un mínimo de orden. Bernabé
fue por Pablo a Tarso para que le ayudara con la misión encomendada. Al llegar
a Antioquía encontraron una Iglesia compuesta principalmente por gentiles
que no se habían convertido previamente al judaísmo, y aceptando el hecho consumado,
continuaron convirtiendo al cristianismo al mayor número de gentiles sin que
estos tuvieran que pasar por la circuncisión. Así empezó la asombrosa carrera
del "Apóstol de los gentiles".
Entre los
años 46 y 48, Pablo viajó a Chipre y Asia Menor predicando abiertamente a los
gentiles, y comprendió que el intrincado ritual del judaísmo no era esencial y
que hasta podía alejar a los conversos al concentrarse en detalles menores y
oscurecer la esencia del mensaje de Jesús. Para seguir las enseñanzas de Jesús,
un gentil no necesitaba circuncidarse,
ni tenía que observar todo el rigor del ritual judío ni venerar el Templo de Jerusalén. Instó a los
gentiles a simplemente aceptar a Jesús, y tuvo un éxito extraordinario. Allí a
donde fue surgieron Iglesias cristianas cuya fuerza derivaba de los gentiles.
Pablo contribuyó más que nadie a la organización de las primeras comunidades
cristianas.
Viajes de San Pablo |
Pero la
Iglesia de Jerusalén se opuso a las ideas de Pablo y consideraba a la
circuncisión indispensable, por lo que los cristianos, de hecho, estaban
divididos en dos grupos: los cristianos judíos circuncisos, que aceptaban
totalmente la ley mosaica junto con el mesianismo de Jesús, y los cristianos
incircuncisos o helenistas, dispuestos a interpretar las enseñanzas de Jesús a
la luz de la filosofía griega.
Las dos
corrientes se enfrentaron en el Concilio realizado en Jerusalén alrededor del
año 48. Santiago, hermano de Jesús y jefe de la Iglesia de Jerusalén, fue
el exponente de la corriente judeo
cristiana y Pablo el de la corriente gentil cristiana o helenista. Se llegó a
un compromiso, propuesto por Santiago y Pedro, que no fue del agrado de ninguno
de los dos grupos; el enfrentamiento continuó y se volvió más áspero.
Así pues,
Pablo reemprendió su obra misionera entre los gentiles y los judíos de la
diáspora, y partió solo a convertir al mundo. Durante 10 años (del 49 al 59
aproximadamente) evangelizó las ciudades de Asia Menor, Grecia y de la cuenca
del mar Egeo, fundando nuevas Iglesias y escribiendo numerosas cartas
(epístolas) a las comunidades cristianas del Imperio.
Sin abandonar al
judaísmo ni determinadas prescripciones mosaicas, Pablo le dio gran importancia
a la vida comunitaria y a la reunión de los fieles en la “cena del Señor”; tomó
de la filosofía griega nociones que eran desconocidas para el pensamiento
bíblico, como las de “conciencia”, “naturaleza” y “utilidad”. Como el concepto
de “Mesías” no tenía sentido para los griegos y los romanos, añadió a sus epístolas y al pensamiento cristiano el
concepto de que el Hijo preexistente de Dios se había hecho hombre y había
sufrido el suplicio para salvar a la humanidad y lavar los pecados de los
hombres. El mundo helénico podía aceptar a Jesús como deidad pues tenía muchos
dioses humanos, pero el judaísmo no podía, pues separaba absolutamente a Dios
del hombre.
Alrededor del
año 59, Pablo retornó de su tercer viaje de misión y visitó Jerusalén, en un
intento de acercamiento con la Iglesia Madre. La acogida fue fría, pues los judíos y los judío-cristianos
consideraban que sus enseñanzas eran contrarias a la ley de Moisés y que su
presencia profanaba el Templo. Estallaron
disturbios y Pablo fue encarcelado; como era ciudadano romano apeló al
emperador, y tras dos años de prisión se le permitió zarpar hacia Roma, en su
cuarto y último viaje.
Así, pocos cristianos
del común conocen la importancia del papel que jugó Pablo, el “Apóstol de los
gentiles” en la historia del Cristianismo. Aunque no conoció a Jusús ni fue uno de los doce apóstoles, llevó el mensaje de Jesús por el
Imperio Romano. Al combinar las enseñanzas de Jesús con filosofía griega, logró
que el cristianismo fuera fácilmente asimilable por griegos y romanos e inició
la transformación de una simple secta judía en una religión universal.
Se
ignora que le sucedió a Pablo posteriormente, pero se cree que permaneció en Roma, prosiguiendo
su labor misionera. Pedro se le unió en la misión ante los romanos tras
abandonar la Iglesia judeocristiana de Jerusalén y aceptar la teología de Pablo. Aunque tuvieron
divergencias a lo largo de sus respectivas carreras, hallaron juntos el martirio y la muerte probablemente tras el
incendio de Roma, como muchos otros mártires cristianos, durante la persecución de Nerón.
De la predicación de Pedro en Roma proviene la tradición que afirma que
Pedro fue el primer jefe de la Iglesia romana.
CAPÍTULO SIGUIENTE: Nerón
Los capítulos publicados hasta ahora se pueden consultar en el Indice de capítulos publicados.
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