Archivo del Blog

domingo, 10 de enero de 2016

2 - Los judíos



Los judíos

Judea era una región localizada al extremo oriental del Mediterráneo, en donde hoy se encuentra el Estado de Israel.
 
Ubicación de Judea en el Imperio Romano
Sus habitantes, los judíos, tenían una religión férreamente monoteísta que hacían remontar a casi dos mil años atrás, al patriarca Abraham. El Antiguo Testamento relata la historia de los ancestros de los judíos, pueblo nómada dedicado al pastoreo que vivió en esta región y hacia el siglo dieciocho a.C., migró y se asentó en Egipto. Hacia el siglo trece a.C. huyó de la esclavitud en Egipto guiado por Moisés hacia el Sinaí y regresó a la región de sus orígenes, fundando el reino de Judea.


Judea bajo los imperios Babilonio, Persa y Griego
Durante cuatro siglos, del 1000 a.C. al 600 a.C. Judea fue un reino independiente que tuvo cierto poder al principio, bajo el conquistador rey David, pero luego decayó gradualmente. En el año 586 a.C., los babilonios tomaron su capital, Jerusalén; los judíos fueron sometidos, el templo del rey Salomón fue destruido y Judea fue incorporada al Imperio Babilonio. Menos de un siglo mas tarde, los babilonios, a su vez, fueron  conquistados por el Imperio Persa. Los persas fueron amos más benignos que los babilonios y permitieron a los judíos reconstruir su templo en Jerusalén.  Los judíos permanecieron en Judea, bajo la dominación persa, sin rey y sin poder político o militar, pero aferrados a su religión y sus recuerdos de la pasada independencia. El Imperio Persa fue conquistado por Alejandro Magno entre los años 334 a.C. y 323 a.C, y a su muerte, sus generales griegos y macedonios heredaron sus extensos dominios creando nuevos estados griegos. Judea quedó incluida en el nuevo Imperio Seléucida, llamado así por el general griego Seleuco.

En 168 a.C., el monarca seléucida Antíoco IV declaró ilegal el judaísmo y trató  de convertir a los judíos, de una vez por todas, a la cultura y el modo de vida  griegos. La alternativa era la extinción. Los judíos se rebelaron y, bajo el liderazgo de Judas Macabeo y sus hermanos, conquistaron su independencia de los seléucidas. Durante casi un siglo, la mantuvieron bajo la dinastía de los macabeos, y Judea pudo gozar de un corto período de libertad, aunque bajo reyes  que no eran de la reverenciada "Casa de David".

En el año 63 a.C., los romanos estaban extendiendo su influencia y poderío militar hacia el este del Mediterráneo. Por entonces, miembros de la familia macabea  estaban luchando entre sí por el derecho a gobernar Judea, y el bando perdedor solicitó la ayuda de los  romanos. El general romano Pompeyo tomó Jerusalén, y decidió que lo mejor y más seguro para Roma era suprimir totalmente el reino  macabeo y convertir Judea en una provincia romana. Escogió al idumeo Antípatro, quien era prorromano, para que se encargara del gobierno de Judea. Pompeyo sabía  que Antípatro nunca podría contar con sus propios súbditos y dependería del poder de Roma para conservar su trono. En el año 43 a.C., Antípatro fue asesinado y sucedido en el  gobierno de Judea por su segundo hijo, Herodes. Pero en el año 40 a.C. los partos invadieron Siria y Judea, y solo después de una guerra de tres años Herodes recuperó el poder con ayuda de los romanos.

Herodes, conocido como Herodes el Grande para distinguirlo de sus descendientes, trató de ganarse al pueblo judío practicando su religión y mejorando el templo de Jerusalén hasta el punto que superó el templo original de Salomón. Pero Herodes era un hombre cruel que incluso no tuvo escrúpulos en ordenar la ejecución de esposas o hijos a los que juzgaba peligrosos, y era detestado por los judíos antirromanos, quienes lo veían como al restaurador de las cadenas de Roma sobre esa tierra.

Entre los judíos una esperanza había ido creciendo a medida que los siglos pasaban y un imperio tras otro - babilonios, persas, griegos y romanos - los tiranizaban.  Creían que algún día un descendiente del rey David retornaría para convertirse en su rey y devolverles la independencia, barrer con todos sus enemigos, y crear una gran nación con capital en Jerusalén. Puesto que los judíos consagraban a sus reyes ungiéndolos con aceite sagrado, llamaban al rey "el ungido"; en hebreo, ésta expresión corresponde a "mesías". Los judíos, pues, esperaban la llegada de "El Mesías", y sus  tradiciones incluían varias profecías que pronosticaban su venida al mundo. Esta esperanza tenía visos no solamente político - militares, sino también místico - religiosos; muchos judíos creían que el Mesías haría  más  que solamente liberar Judea, y que su advenimiento iniciaría un nuevo reino de justicia y santidad en la Tierra, mientras todo el mundo rendiría culto al único Dios verdadero.

En la Judea de aquellos años, gobernada por el odiado Herodes y sometida a Roma, se produjo un recrudecimiento del mesianismo. Muchos individuos pretendieron ser el Mesías y siempre hubo quienes estaban dispuestos a creer en el carácter mesiánico de cualquiera que se lo atribuyese. Hubo revueltas bajo el liderato de tales hombres en los reinados de Herodes y de sus sucesores, todas las cuales fueron derrotadas. Herodes y los romanos vigilaban cautelosamente a todos esos supuestos mesías, pues los consideraban como una fuente invariable de todo género de problemas y perturbaciones.

En este escenario, en el ambiente mesiánico de Judea sometida al yugo del Imperio Romano, es donde se inicia la vida de quien originó la aparición del más importante movimiento espiritual del mundo occidental, Jesús de Nazaret.



CAPÍTULO SIGUIENTE:   Jesús de Nazaret


Los capítulos publicados hasta ahora se pueden consultar en el Indice de capítulos publicados.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario